A FONDO


Carmona, con regusto a Seda

Vicente Verdú puede decir lo que quiera, pero a mí un capitalismo de ficción me parece un anestésico de SOMA inyectado por el cable de banda ancha. La cultura de élite no se diluye con la de masas, sino que la de masas –por propia definición- trata de invadir la verdadera cultura. Todos los bancos, todas las empresas de mass media, todas las multinacionales reales o virtuales, presuponen que su cliente es tonto del bote, sólo porque es uno más entre miles.

Con esto conseguimos que el postmodernismo sea sopa boba andywarholiana, vacía y sin alma, retransmitida los días laborales y los festivos, el doble. El capitalismo, en cualquiera de sus concepciones, es el método de hacer crecer la población hasta inflarla como a una mujer depresiva que lo único que hace es comer chocolate. Seamos francos: no puedo concebir que me anuncien un coche diciendo que es ecológico. Es como decir que la mierda que cagamos es perfume. Hay cosas que no se pueden relativizar.

Con este panorama, es normal encontrar en el arte un reflejo inmediatista en el que lo destacado no es la calidad, sino la novedad. Se encuentran cientos de propuestas dirigidas a la masa inepta que las recibe con los brazos abiertos, mientras que una triste minoría intelectual vive frustrada y amargada por la repetición, por enésima vez, de los mismos esquemas, atributos y modus. El estallido de los medios artísticos está hundido en el barro del consumo sin criterio. Las películas más anunciadas no son las mejores, sino las más comerciales. Los libros más vendidos no son las innovaciones literarias, sino los más sensacionalistas.

En este escenario, con cientos de buenos escritores cuyos manuscritos están colgados gratuitamente en internet, o cogiendo polvo encima de un armario, topamos con patatas calientes difíciles de manejar. Es el caso de Sabor a Chocolate, de José Carlos Carmona.

Cuando estaba en el Carrefour tratando de pensar cómo diablos había llegado el ser humano a pasar de la caza de mamuts a tener que elegir cuál de los tipos de leche es el apropiado para el café matutino, me encontré con la estantería (o stand) de las novedades en literatura. Descarté de un vistazo los best sellers de 600 páginas y sólo quedó este libro. Lo hojeé y me dije “vaya, un libro como Seda”.

Para poner en antecedentes al pobre que haya llegado hasta aquí leyendo, diré que Seda, quizás porque lo leí en italiano, me gustó mucho. Lo que más me impresionó fue su forma y su estilo narrativo. Debería haber supuesto que tarde o temprano alguien lo imitaría, y ahora estaba con ese libro entre mis manos. Me pareció un buen elemento con el que trabajar y lo compré, a 7 euros la novedad literaria, oiga. Pena que no regalasen unas chanclas para la playa.

Antes de pasar a analizar aspectos más profundos de este libro, digamos de él que su estructura narrativa está basada en capítulos cortos -de una página la mayoría y algunos de dos-, como Seda. Algunas de las estructuras que usa Baricco se repiten en Sabor a chocolate. El narrador omnisciente, dejando caer sentencias con objetividad ultraterrena y parsimonia sistemática, es también común en ambas obras. No son las únicas similitudes, pero con un ejemplo será más clarificador:

Eleanor Trap comprendió rápidamente que, a pesar de sus recelos, Suiza era la tierra más bella del mundo.
Era 1963. Otoño de 1962. Martin Luther King acababa de proclamar al mundo: “Tengo un sueño”.
Eleanor tenía 23 años.

Que recuerda sospechosamente al principio de Seda:

Para vivir, Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda.
Era 1861. Flaubert estaba escribiendo Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería.
Hervé Joncour tenía 32 años.

Otro ejemplo:

-¿Cómo es Europa? -le preguntó una vez Eleanor a su tía Alma.
-Antigua -le dijo.

Que, en Seda:

-¿Cómo es África? -le preguntaban.
-Cansada.

Durante una semana he estado debatiendo con mi otra personalidad si se trataba de plagio o de… no sé. Si se trataba de plagio o de imitación. Del estilo, se entiende. Es decir, la pregunta es la siguiente: ¿es el autor de Sabor a Chocolate un vulgar imitador, o Alessandro Baricco ha creado escuela? Como comprenderán, no es una pregunta baladí, porque entraña una esencia filosófica: si alguien hace algo bueno y otra persona lo repite, el segundo es un imitador, pero si lo repiten cientos de personas, el primero es un genio.

En cualquier caso, el autor de Sabor a Chocolate deja de tener interés, pues tanto si busca imitar como si considera a Baricco un maestro, el interés radica en el autor de Seda. Lo que me lleva a pensar que no tiene sentido analizar Sabor a chocolate, sino el libro que le ha inspirado. ¿Debe un buen crítico aceptar esto? ¿No significa negar la evolución? Es bien cierto que la historia de Sabor a Chocolate es muy distinta a la de Seda. Por otra parte, la historia de Seda es igualmente innovadora y original.

En Sabor a chocolate, la referencia es tan clara que uno, si ha leído Seda, ya no puede leer el resto del libro sin encontrar o creer encontrar los otros ejes de referencia del autor, pues todo escritor los tiene. Ser original, dijo alguien, es saber esconder las fuentes.

Sin embargo, he aquí que Carmona no sólo no esconde sus fuentes, sino que se vanagloria en público de imitar Seda, llegando a afirmar que la cantidad es preferible a la calidad (en el arte). Y no sólo Carmona está satisfecho con Sabor a chocolate, sino que otros autores españoles de “renombre” como Rosa Montero nos regalan reseñas críticas como ésta:

Experimento literariamente muy interesante. Tiene valor, atrevimiento y pensamiento detrás. Me encanta su originalidad.

¿Será que Rosa Montero sabe que la mayoría de la gente no conoce Seda al soltar semejante burrada, o será que no ha leído Seda? Lo más triste es que no es la única. El mismísimo Arturo Pérez Reverte (jurado del concurso de la Universidad de Sevilla donde el libro de Carmona ganó el primer premio), miembro de la Real Academia de la Lengua Española, fue quien recomendó a una editorial (Punto de Lectura, S.L.) que nunca ha publicado un libro que no sea best-seller, la publicación de esta novela.

Así que, ¿para qué voy a hacer una crítica seria sobre estilo y el fondo de este libro, si la estrategia comercial ya ha logrado convertirlo en una novedad literaria? Menos mal que el tiempo, gran segador, pondrá las cosas en su sitio. Por ahora, tendremos que esperar. El problema es que somos muchos.

0rugonauta, 07 de Julio de 2008

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