A FONDO


Faulkner, el monólogo yaunki

Al otro Falkner, al Faulkner-autor, hay que acercársele con cierta cautela, casi de la mano de un buen crianza, en copa generosa y bien aireado. Así, bien provisto para la ocasión, casi no le extraña a uno su afortunado reconocimiento en vida, pues su mano recoge bien los efluvios literarios de mediados del siglo pasado.

Si la novela americana nace en el siglo XIX, con Faulkner aprende a enfrentarse a temas hasta entonces intratables por su crudeza, adaptando su lenguaje académico a la naturalidad del hombre de carne y hueso inmerso en un universo de tabúes e ignorancia. Del Ulysses (1922) no aprende sólo Europa, sino que su stream of consciousness se extiende más allá del Atlántico y encuentra en Faulkner a uno de sus más brillantes ejecutores.

De ese encuentro nace Mientras agonizo, escrita duramente en 1930. Con esta novela ¿experimental?, Faulkner nos introduce en las mentes de unos personajes envueltos en una trama que les supera, unidos a su pesar por un acontecimiento traumático, y lo hace sirviéndose de una confusa superposición de monólogos interiores robados a los ¿protagonistas? de la novela. La trampa que Faulkner tiende al lector le permite fragmentar la historia en realidades particulares, parciales, una maraña de impresiones y sensaciones que exigen del lector un esfuerzo continuo por comprender qué está ocurriendo en esa tierra baldía, carcomida por la desolación y la pobreza, al otro lado del papel y las letras.

Sin embargo, no termina de quedar claro qué es lo que Faulkner intenta transmitirnos con este artificio narrativo. Durante la mayor parte de la novela se nos escatima información, y nos vemos obligados a recomponer el cuadro una y otra vez, sin llegar en ningún momento a aprehender una trama que se nos deshace entre las manos, agónica. ¿Quién nos habla? ¿Son los propios personajes los que nos descubren parte de su mundo interior o es la mano manipuladora del autor la que nos va filtrando hábilmente su denuncia de la pobreza espiritual del ser humano a través de los ojos de la más desoladora ignorancia campesina?

Posiblemente por su carácter experimental, no consigue el autor transmitir nítidamente la fuerza de las diferentes voces que se intercalan, difícil reto que salda positivamente Tagore en La casa y el mundo (1916) o la misma Virginia Wolf en Las Olas (publicada sólo un año después y mucho más arriesgada desde el punto de vista narrativo), ambas obras caracterizadas por un limitado número de focos narrativos.

En Faulkner, sólo una voz se eleva con autoridad entre las demás, encarnada en la tradicionalmente respetable figura del médico, el único personaje “culto” que se presenta de improviso cambiando el ritmo y el estilo narrativo con una cuidada pero cruda reflexión sobre la naturaleza del ser humano. ¿Es el propio Faulkner el que se vale de Peabody para darnos una pista sobre el mensaje de su novela o estamos ante una falacia intencional, ante un simplemente genial experimento formal, una obra que no “debe” nada a su autor?

Decía el viejo Will que “quizá todo novelista empieza por querer escribir poesía, encuentra que no puede, y entonces prueba el cuento, que es la forma más exigente, después de la poesía. Y al fallar en esto, sólo entonces se dedica a escribir novelas”. Es de agradecer la honestidad de quien practica con el ejemplo.

0rugonauta, 3 de Junio de 2008

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